el apartado número 62 "Anticristo" de Nietzsche
"Con esto he llegado al fin y expreso mi juicio. Yo condeno el
cristianismo, yo elevo contra la Iglesia cristiana la más terrible de
todas las acusaciones que jamás lanzó un acusador. Para mí, es la más
grande de todas las corrupciones imaginables, tuvo la voluntad de la
última corrupción imaginable. La Iglesia cristiana no dejó nada libre
de su corrupción; de todo valor hizo un no valor, de toda verdad una
mentira, de toda probidad una bajeza de alma. Y todavía se atreven a
hablarme de los beneficios que ha reportado a la humanidad. Suprimir
cualquier miseria era cosa contraria a su más profundo interés: vive de
miserias, creó miserias para eternizarse... Por ejemplo, el gusano del
pecado: la Iglesia fue precisamente la que enriqueció a la humanidad
con esta miseria...
La igualdad de las almas ante Dios, esta falsedad, este pretexto
para los rencores de todos aquellos que tienen el ánimo abyecto, esta
idea que es un explosivo y que terminó por convertirse en una revolución,
idea moderna y principio de decadencia de todo el orden social,
es dinamita cristiana... ¡Los beneficios humanitarios del cristianismo!
Éste hizo de la humanitas una contradicción consigo misma, un arte
de arruinarse a sí mismo, una voluntad de mentir a toda costa, un desprecio
y una repugnancia contra todos los instintos buenos y honrados.
Éstas son para mí las bendiciones aportadas por el cristianismo. El
parasitismo como única práctica de la Iglesia; la Iglesia, que con sus
ideales anémicos, con sus idealidades de santidad, chupa de la vida
toda la sangre, todo el amor, toda la esperanza; el más allá como voluntad
de negar toda realidad; la cruz como signo de reconocimiento
por la más subterránea conjura que jamás ha existido, conjura contra
la salud, contra la belleza, contra el bienestar, contra la bravura, contra
el espíritu, contra la bondad del alma, contra la vida misma...
Yo quiero escribir sobre todas las paredes esta eterna acusación
contra el cristianismo, allí donde haya paredes; yo poseo una escritura
que hace ver aun a los ciegos... Yo llamo al cristianismo la única gran
maldición, la única gran corrupción interior, el único gran instinto de
venganza, para el cual ningún medio es bastante venenoso, oculto,
subterráneo, pequeño; yo la llamo la única inmortal vergüenza de la
humanidad.
¡Y se computa el tiempo partiendo del dies nefastus con que comenzó
esta fatalidad, desde el primer día del cristianismo! ¿Y por qué
no mejor desde su último día? ¿Desde hoy? ¡Transmutación de todos
los valores!..."
cristianismo, yo elevo contra la Iglesia cristiana la más terrible de
todas las acusaciones que jamás lanzó un acusador. Para mí, es la más
grande de todas las corrupciones imaginables, tuvo la voluntad de la
última corrupción imaginable. La Iglesia cristiana no dejó nada libre
de su corrupción; de todo valor hizo un no valor, de toda verdad una
mentira, de toda probidad una bajeza de alma. Y todavía se atreven a
hablarme de los beneficios que ha reportado a la humanidad. Suprimir
cualquier miseria era cosa contraria a su más profundo interés: vive de
miserias, creó miserias para eternizarse... Por ejemplo, el gusano del
pecado: la Iglesia fue precisamente la que enriqueció a la humanidad
con esta miseria...
La igualdad de las almas ante Dios, esta falsedad, este pretexto
para los rencores de todos aquellos que tienen el ánimo abyecto, esta
idea que es un explosivo y que terminó por convertirse en una revolución,
idea moderna y principio de decadencia de todo el orden social,
es dinamita cristiana... ¡Los beneficios humanitarios del cristianismo!
Éste hizo de la humanitas una contradicción consigo misma, un arte
de arruinarse a sí mismo, una voluntad de mentir a toda costa, un desprecio
y una repugnancia contra todos los instintos buenos y honrados.
Éstas son para mí las bendiciones aportadas por el cristianismo. El
parasitismo como única práctica de la Iglesia; la Iglesia, que con sus
ideales anémicos, con sus idealidades de santidad, chupa de la vida
toda la sangre, todo el amor, toda la esperanza; el más allá como voluntad
de negar toda realidad; la cruz como signo de reconocimiento
por la más subterránea conjura que jamás ha existido, conjura contra
la salud, contra la belleza, contra el bienestar, contra la bravura, contra
el espíritu, contra la bondad del alma, contra la vida misma...
Yo quiero escribir sobre todas las paredes esta eterna acusación
contra el cristianismo, allí donde haya paredes; yo poseo una escritura
que hace ver aun a los ciegos... Yo llamo al cristianismo la única gran
maldición, la única gran corrupción interior, el único gran instinto de
venganza, para el cual ningún medio es bastante venenoso, oculto,
subterráneo, pequeño; yo la llamo la única inmortal vergüenza de la
humanidad.
¡Y se computa el tiempo partiendo del dies nefastus con que comenzó
esta fatalidad, desde el primer día del cristianismo! ¿Y por qué
no mejor desde su último día? ¿Desde hoy? ¡Transmutación de todos
los valores!..."